Una mujer libre
se deja amar por Dios, se deja abrazar por su gracia y acepta su identidad en
él.
¿Cómo describes
el rostro de Jesús?
¿Amigable?, ¿dulce?,
¿lleno de amor?
¿Qué te dice su
mirada?
¿Cómo te sientes
en su presencia?
¿Aceptada?, ¿amada?,
¿completa?
¿Sabes algo? Por
mucho tiempo me sentí rechazada por Dios. Sin darme cuenta permití que la voz
de la culpa y la vergüenza me mostraran una cara de Dios totalmente opuesta a la
realidad.
Todas tenemos
debilidades, todas tenemos hojas arrugadas en el libro de nuestras vidas y capítulos
que preferimos leerlos en voz baja. Pero por más disfuncional que sea nuestra
historia jamás debemos permitir que ésta nos defina ni nos haga vernos a través
de los ojos de la desesperanza, la conmiseración y el fracaso.
Jesús no vino a
aplaudir la perfección y a premiar al hombre por sus buenas obras; Jesús vino a
redimir, levantar, restaurar y amar al caído.
No exhibas tus heridas como grilletes, sino como el imán que atrae la sobreabundante gracia de Dios sobre tu vida.
Amiga, Jesús no
quiere que lo conozcas por referencia ni a través de experiencias ajenas. Jesús
quiere que experimentes su amor de primera mano —cerquita de su corazón, segura
en sus brazos, libre de culpa y equipajes innecesarios—.
Jesús te sonríe muchísimo
más de lo que te imaginas.
Jesús te ama más
de lo que tu mente humana puede procesar.
Jesús sale a tu
encuentro en tu momento de mayor oscuridad, no para condenarte, sino para
recordarte que él pagó la deuda de tu libertad. Te recibe con una sonrisa en su
rostro; te abraza, te recuerda lo valiosa y especial que eres para él; te viste
de justicia y hace una fiesta celebrando tu llegada. ¡Así de maravilloso es
nuestros Dios!
Deja de mirarte
a ti misma y mira a Jesús. Piérdete en su mirada, disfruta de su abrazo, acepta
su amor y el regalo de su gracia… verás cómo tu insuficiencia es suficiente
para él.
Es mi deseo que
experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para
comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y
el poder que proviene de Dios.
-Efesios 3:19
Amor y gracia,
Sandy