Con todas mis
imperfecciones y necesidades puedo venir sin miedo a la presencia de Jesús y
descubrir Su amor por mí.
– Joseph Prince
Aunque para ella
era un sábado como cualquier otro, para Jesús era un día muy especial. Un día
de grandes sorpresas y celebración.
Con mucha
dificultad se bañó, se vistió, y mirándose al espejo suspiro. Tibias lágrimas
rodaron por sus mejillas, y aunque no dijo una sola palabra, la elocuencia de
su corazón fue escuchada atentamente por su creador.
¡Definitivamente
no era un sábado como cualquier otro!
Sus heridas eran
tan profundas, su dolor tan vergonzoso, sus cadenas tan pesadas, que pensó que
estaba condenada a vivir encorvada por el resto de sus días —al fin de cuentas esta ha sido su realidad por
dieciocho años.
Estaba
emocionalmente gastada y espiritualmente a punto de darse por vencida.
Aparentaba ser
un sábado como cualquier otro, pero Dios tenía otros planes. Sin lugar a dudas
su debilidad atrajo Su sobreabundancia.
El desierto incrementa mi capacidad de recibir de Dios. Su poder se hace fuerte en mi debilidad.
Había escuchado
hablar de Jesús, sabía que había algo diferente en Él, pero estaba segura de
que era casi imposible que la tomara en cuenta en medio de tantas otras
personas. Dijo en sus adentros: “Cuanto me gustaría ser libre de mi aflicción.”
¿Habrá algo
imposible para Dios? Lo que para muchos era una reunión más en la sinagoga, para
Jesús era una cita divina. Él había orquestado todo para restaurarla, honrarla
y devolverle la sonrisa a su rostro.
Violando todos
los protocolos de la época, Jesús la vio, la llamó y le dijo: “¡Mujer, quedas
libre de tu enfermedad!” Puso sus manos sobre ella y en ese mismo instante la
mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios.
¡El toque de Jesús lo cambia todo!
Es precisamente nuestra dependencia, nuestra debilidad e incapacidad de hacer las cosas
en nuestras propias fuerzas lo que activa el poder y la sobreabundancia de Dios
sobre nuestras vidas.
Cuando Su poder
entra en contacto con nuestra necesidad, Su amor y Su gracia soplan vientos de
restauración y restitución.
No importa el tamaño
de la montaña. ¡Jesús es más grande que tu montaña!
No importa la
imposibilidad de tus circunstancias. ¡Para Jesús no hay nada imposible!
No importa tu
vulnerabilidad y las voces que compiten en tu cabeza. ¡Jesús está por encima de
tus pensamientos y emociones!
No importa el
tamaño de tus pecados. ¡Jesús tomó tu lugar para que seas declarada libre!
Déjate abrazar
por Jesús en medio de tus dudas y sentimientos encontrados. Él hace caminos en
el desierto, ríos en tierra árida, y puede transformar esa situación que te
roba la paz en testimonio de Su favor y gracia.
¿Cuál es tu
necesidad en este día? ¡El toque de Jesús lo cambia todo!
Y ahora, que
toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos
pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros.
– Efesios 3:20
Amor y gracia,
Sandy