Una mujer sabia
no compite ni se compara. Corre su camino con valentía y dignidad aunque sus
circunstancias no sean las perfectas, porque Jesús va con ella.
¿Quién o qué
define tu valor como mujer?
¿Quién o qué
define tu belleza?
¿Quién o qué es
la fuente de tu identidad?
Hemos hecho del
éxito, de la apariencia y de las agendas sobrecargadas, dioses de papel.
Llamamos
productividad a una vida ocupada; confianza en sí mismo, a quien pretende
controlar sus circunstancias y el rumbo de su vida en sus propias fuerzas; éxito,
a seguidores y aplausos virtuales, y belleza, a la perfección.
Comparamos
nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestros talentos y nuestras relaciones con imágenes
sumergidas en Photoshop y filtros de todos colores.
Es tiempo de
soltar esa presión social de propagandas irreales que no hacen más que robar
nuestra paz, autenticidad y propósito.
¡Aferrémonos a un estándar de gracia, no de perfección!
Porque una mujer
segura de sí misma no es la que se maquilla de rudeza y justicia propia para
ganarse el respeto de los demás, sino la que depende de Dios en todo y para
todo.
La que no busca
su valor en cosas efímeras, no vive de la opinión de otros, ni le da vergüenza decir
que en algunos aspectos de su vida se siente estancada.
Es vulnerable,
imperfecta, un poco cobarde y muchas veces temerosa, pero al mismo tiempo sabe
que es amada y aceptada por Dios.
No se considera
competente en sí misma. Sabe que su capacidad proviene de su Salvador.
Descansa en
saber que los planes que Dios tiene para ella superan sus sueños más absurdos.
Corre su carrera con valentía y reposo, disfrutando cada parte del proceso,
celebrando sus pequeños pasitos de fe.
Está vestida de fortaleza y dignidad, y se ríe sin temor al futuro. – Proverbios 31:25
Amiga, Jesús es
la fuente de tu valor, de tu belleza y de tu identidad. Nadie más tiene
autoridad de definirte.
Eres única,
auténtica, bendecida, cuidada, guiada, fuerte, talentosa y completa en Jesús.
Por eso yo corro
cada paso con propósito. – 1 Corintios 9:26
¡En Su amor no
nos falta nada!
Amor y gracia,
Sandy