Tengo muchos
defectos para ser perfecta, pero soy amada por Dios. En sus manos, hasta mis
heridas más vergonzosas son recicladas a mi favor.
No es tu media
naranja, es tu naranja completa.
No sólo te hace
sentir maripositas en el estómago, sino que las creó en un derroche de
creatividad para verte sonreír.
Amarte es el
motor de su agenda. No existe nada que impida que su amor por ti se debilite—ni
tus errores, ni tus fracasos, ni tus malas decisiones, ni tu pasado.
¡Eres preciosa y
digna ante sus ojos!
No eres definida
por tus desaciertos, mucho menos por la opinión que los demás puedan tener de
ti. Eres definida por su amor. En Él se encuentra tu verdadera identidad.
Cual girasol encantado con la sonrisa del sol, tu gracia me sostiene con firmeza, bañándome en tu amor, sembrando belleza en cada una de mis heridas.
En tus momentos
de mayor necesidad, donde humanamente no existe solución alguna, Él se place en
abrirte caminos en el desierto y ríos en lugares desolados.
Tu insuficiencia
e incapacidad de resolver los problemas en tus propias fuerzas es precisamente
lo que activa su provisión milagrosa, para que no dudes ni siquiera por un
instante de lo pendiente que está de cada detalle en tu vida.
Él escucha cada
una de tus oraciones, incluso aquellas que las lágrimas articulan por ti, o las
que dudas en hacer por lo ridículas que podrían sonar. Él escucha tu silencio,
entiende tu ansiedad, por eso te invita a intercambiar tu necesidad por su paz
y reposo.
Jesús quiere que experimentes su amor de primera mano—cerquita de su corazón, segura en sus brazos, libre de culpa y equipajes innecesarios.
Sus planes para
tu vida superan tus expectativas. Le place hacer realidad los anhelos más
profundos de tu corazón.
A Jesús le gusta
verte sonreír, por eso le encanta sorprenderte con bendiciones inesperadas.
Amiga, las mismas
manos que multiplicaron los panes y los peces, las que resucitaron a los
muertos, las que transformaron el agua en vino, las que fueron clavadas en la
cruz para declararte inocente, son las mismas manos que te sostienen, que te
abrazan, que te cuidan y te defienden.
Hoy es el día
perfecto para ponerle punto final a esa experiencia negativa. Para depositar
tus cargas en las manos de Jesús, para hundirte en su abrazo y perderte en su
voz de aliento y restauración.
Tú me cubres con
el escudo de tu salvación; tu bondad me ha hecho prosperar. Me has despejado el
camino; por eso mis tobillos no flaquean. – 2 Samuel 22: 36-37
¡Dios te ama a
todo volumen!
Amor y gracia,
Sandy