La gracia va más
allá de la misericordia. La misericordia le dio al hijo prodigo una segunda
oportunidad. La gracia le hizo una fiesta. – Max Lucado
Te encontró en
cadenas—incapaz de moverte, hablar, ayudarte o defenderte. Vio belleza en ti cuando
aún estabas en harapos, y no vaciló en abrazarte en tu peor momento.
Salió a tu
encuentro anhelando tu regreso. Feliz de volverte a ver, emocionado de tenerte
otra vez entre sus brazos.
Al principio no
entendías lo que estaba sucediendo, pues esperabas su rechazo y desaprobación,
pero poco a poco te perdiste en la dulzura de su mirada y en el jardín de paz
que sus palabras sembraban en el desierto de tu corazón.
“Emmanuel… Emmanuel… Emmanuel”, te dijo una y
otra vez—afirmando tu vida en la seguridad de su presencia, calmando la
ansiedad que había en tu interior.
Confrontó con su
mirada tus temores y les dijo, “¡Déjenla en libertad! Ella es mía y yo la amo.
Es mi princesa perdida y al fin la he encontrado. ¡Suéltenla, es mía!
Tus adversarios
huyeron despavoridos ante la autoridad de su voz.
Pero yo te restauraré y sanaré tus heridas –afirma el Señor–
Jeremías 30:17
Te quedaste
postrada frente a tu Salvador—el dueño de tu alma, el que te hace feliz, el que
te devolvió la sonrisa, el que hizo bailar una vez más, sin vergüenza en tu
mirada, sin timidez en tus pisadas.
Te tomó entre
sus brazos, te besó en la mejilla, te atrajo hacia su pecho, y entre mimos y
palabras de afirmación susurró a tu oído, “No te imaginas cuanto he anhelado
este momento.”
Te llevó a su
casa— un lugar donde siempre habías soñado estar, un refugio que Él llama Trono
de Gracia.
Jesús se toma el
tiempo de limpiar y sanar cada una de tus heridas—con mucho cuidado y paciencia
venda las llagas de tu corazón mientras dulcemente te dice, “No te preocupes,
dentro de poco estarás bien. No te mortifiques ni pierdas la fe si sientes que
el proceso de recuperación duele más que la herida misma; es un proceso de
transición nada más. Tranquila, estaré siempre a tu lado
Me corona de amor y tiernas misericordias.
-Salmo 103:4
El camino puede
parecer largo y en muchas ocasiones muy doloroso, pero su presencia nunca se
apartará de ti. Sus promesas son tu baluarte y en la seguridad de su amor
encuentras la fórmula perfecta de reposo.
Es fascinante
pensar que las mismas manos que multiplicaron los panes y los peces son las
mismas que te sostienen, te abrazan, te cuidan y defienden.
Amiga, Jesús te
ama muchísimo más de lo que tu mente humana puede procesar. Tus momentos más
bajos son la plataforma usada por Dios para promoverte, restituirte, fortalecerte
y derramar su gracia sobre ti.
El temor y la desesperanza no tienen acceso a un corazón blindado con el amor de Dios.
Descansa en la
seguridad de su amor por ti.
¡Jesús te
bendice!
Sandy