Cuando abro mi
mente y mi corazón a la verdad de que Jesús me ama de manera única y personal,
sin exigirme perfección, comienzo a caminar en la plenitud que Él dulcemente me
ofrece.
¿Alguna vez has
querido acurrucarte en los brazos de Jesús de tal manera que puedas escuchar
los latidos de su corazón?
Perdona mi
silencio Jesús, pero la emoción de tenerte tan cerquita me robó la elocuencia.
Había esperado
tanto este momento que tengo que pellizcarme para asegurarme de que no estoy
soñando y que de verdad estás junto a mí.
¿Será que tienes
un kleenex? Te voy a mojar toda la ropa con mis lágrimas…sé que no te importa y,
a decir verdad, mi corazón se derrite cada vez que limpias mi cara con tus
dedos.
¡Gracias! Se me
hace un nudo en la garganta al ver las marcas de los clavos en tus manos. Permíteme
besar tus cicatrices y expresarte mi amor y gratitud, aunque sea en mi limitada
humanidad.
Pensar que
pudiste bajar de ese madero y revelar tu poder y majestad frente a los hombres,
pero tu amor por mí te mantuvo firme hasta el final.
Viste mis faltas,
mis pecados, mi dolor, mi enfermedad, mis fracasos, mi tristeza y mi necesidad
de salvación, por eso te ofreciste como sacrificio perfecto. Lo planificaste
todo, sin pasar por alto ningún detalle.
En la Cruz Jesús reescribió el libreto de mi vida con tinta de gracia.
Caminaste mis
calles, conociste mi gente, comiste de mi pan, sonreíste, lloraste, te identificaste
conmigo en todas las formas posibles y así ganarte mi confianza, conquistar mi
corazón y asegurarme que siempre estarás cerquita de mí. ¡Y sé que lo estás!
¿Sabes que eres
mi verdadera historia de amor? Tú lo sabes todo, pero se siente bien decírtelo.
También se siente bien decirte que sin ti mi vida no tiene sentido y que contigo
todo es más lindo y colorido, aunque mi mundo algunas veces esté patas arriba.
Ahora que te
tengo cerquita de mí quiero descansar en tu abrazo, perderme en tu sonrisa y
recibir el toque dulce y sanador que emana de tu voz.
Ahora que te
tengo cerquita de mi recibo tu amor, tu perdón y tu aprobación; sin miedo,
culpa ni vergüenza.
¡Gracias por el
regalo de tu gracia!
¡Gracias por
bendecirme con lo que sé que no merezco!
El verdadero amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo, para que nosotros fuéramos perdonados por medio de su sacrificio.
-1Juan 4:10
Amor y Gracia,
Sandy