La gracia va más
allá de la misericordia. La misericordia le dio al hijo prodigo una segunda
oportunidad. La gracia le hizo una fiesta. – Max Lucado
Te encontró en
cadenas—incapaz de moverte, hablar, ayudarte o defenderte. Vio belleza en ti
cuando aún estabas en harapos, y no vaciló en abrazarte en tu peor momento.
Salió a tu
encuentro anhelando tu regreso. Feliz de volverte a ver, emocionado de tenerte
otra vez entre sus brazos.
Al principio no
entendías lo que estaba sucediendo, pues esperabas su rechazo y desaprobación,
pero poco a poco te perdiste en la dulzura de su mirada y en el jardín de paz
que sus palabras sembraban en el desierto de tu corazón.
“Emmanuel… Emmanuel… Emmanuel”, te dijo una y
otra vez—afirmando tu vida en la seguridad de su presencia, calmando la
ansiedad que había en tu interior.
Confrontó con su
mirada tus temores y les dijo, “¡Déjenla en libertad! Ella es mía y yo la amo.
Es mi princesa perdida y al fin la he encontrado. ¡Suéltenla, es mía!
Tus adversarios
huyeron despavoridos ante la autoridad de su voz.
“Solo él es mi refugio, mi lugar seguro; él es mi Dios y en él confío.” – Salmo 91:2
Te quedaste
postrada frente a tu Salvador—el dueño de tu alma, el que te hace feliz, el que
te devolvió la sonrisa, el que hizo bailar una vez más, sin vergüenza en tu mirada,
sin timidez en tus pisadas.
Te tomó entre
sus brazos, te besó en la mejilla, te atrajo hacia su pecho, y entre mimos y palabras
de afirmación susurró a tu oído, “No te imaginas cuanto he anhelado este
momento.”
Te llevó a su casa—
un lugar donde siempre habías soñado estar, un refugio que Él llama Trono de
Gracia.
Jesús se toma el
tiempo de limpiar y sanar cada una de tus heridas—con mucho cuidado y paciencia
venda las llagas de tu corazón mientras dulcemente te dice, “No te preocupes,
dentro de poco estarás bien. No te mortifiques ni pierdas la fe si sientes que
el proceso de recuperación duele más que la herida misma; es un proceso de
transición nada más. Tranquila, estaré siempre a tu lado."
“Con sus plumas te cubrirá y con sus alas te dará refugio. Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección.” – Salmo 91:4
El camino puede
parecer largo y en muchas ocasiones muy doloroso, pero su presencia nunca se
apartará de ti. Sus promesas son tu baluarte y en la seguridad de su amor
encuentras la fórmula perfecta de reposo.
Es fascinante
pensar que las mismas manos que multiplicaron los panes y los peces son las
mismas que te sostienen, te abrazan, te cuidan y defienden.
Amiga, Jesús te
ama muchísimo más de lo que tu mente humana puede procesar, así que descansa en
la seguridad de su amor por ti.
¡Feliz Semana!
Sandy