sábado, febrero 18, 2017

ELLA TIENE FUEGO EN SU ESPÍRITU Y GRACIA EN SU CORAZÓN



La gracia va más allá de la misericordia. La misericordia le dio al hijo prodigo una segunda oportunidad. La gracia le hizo una fiesta. – Max Lucado

Te encontró en cadenas—incapaz de moverte, hablar, ayudarte o defenderte. Vio belleza en ti cuando aún estabas en harapos, y no vaciló en abrazarte en tu peor momento.

Salió a tu encuentro anhelando tu regreso. Feliz de volverte a ver, emocionado de tenerte otra vez entre sus brazos.

Al principio no entendías lo que estaba sucediendo, pues esperabas su rechazo y desaprobación, pero poco a poco te perdiste en la dulzura de su mirada y en el jardín de paz que sus palabras sembraban en el desierto de tu corazón.

 “Emmanuel… Emmanuel… Emmanuel”, te dijo una y otra vez—afirmando tu vida en la seguridad de su presencia, calmando la ansiedad que había en tu interior. 

Confrontó con su mirada tus temores y les dijo, “¡Déjenla en libertad! Ella es mía y yo la amo. Es mi princesa perdida y al fin la he encontrado. ¡Suéltenla, es mía! 

Tus adversarios huyeron despavoridos ante la autoridad de su voz.


“Solo él es mi refugio, mi lugar seguro; él es mi Dios y en él confío.” – Salmo 91:2

 


Te quedaste postrada frente a tu Salvador—el dueño de tu alma, el que te hace feliz, el que te devolvió la sonrisa, el que hizo bailar una vez más, sin vergüenza en tu mirada, sin timidez en tus pisadas. 

Te tomó entre sus brazos, te besó en la mejilla, te atrajo hacia su pecho, y entre mimos y palabras de afirmación susurró a tu oído, “No te imaginas cuanto he anhelado este momento.” 

Te llevó a su casa— un lugar donde siempre habías soñado estar, un refugio que Él llama Trono de Gracia.

Jesús se toma el tiempo de limpiar y sanar cada una de tus heridas—con mucho cuidado y paciencia venda las llagas de tu corazón mientras dulcemente te dice, “No te preocupes, dentro de poco estarás bien. No te mortifiques ni pierdas la fe si sientes que el proceso de recuperación duele más que la herida misma; es un proceso de transición nada más. Tranquila, estaré siempre a tu lado."

“Con sus plumas te cubrirá y con sus alas te dará refugio. Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección.” – Salmo 91:4

 


El camino puede parecer largo y en muchas ocasiones muy doloroso, pero su presencia nunca se apartará de ti. Sus promesas son tu baluarte y en la seguridad de su amor encuentras la fórmula perfecta de reposo.

Es fascinante pensar que las mismas manos que multiplicaron los panes y los peces son las mismas que te sostienen, te abrazan, te cuidan y defienden.

Amiga, Jesús te ama muchísimo más de lo que tu mente humana puede procesar, así que descansa en la seguridad de su amor por ti.


¡Feliz Semana!

Sandy