“Hace falta fe
para sobrevivir en silencio. La fe es probada en silencio, en tiempos donde
sientes que Dios te está ignorando.” – T.D. Jakes
Probablemente has
escuchado el pensamiento que dice “las crayolas rotas todavía pintan”,
refiriéndose a que las adversidades que encontramos en el camino no deberían
ser un obstáculo para comenzar de nuevo y vivir cada día con propósito; pero yo
prefiero decir que las crayolas rotas pintamos muchísimo mejor que las demás, ¿sabes
por qué? Porque la experiencia supera el conocimiento, y la sabiduría se
adquiera a través de tropiezos, caídas, fracasos y dificultades.
En este viaje que
llamamos vida, cada cierto tiempo nos toca atravesar desiertos, navegar el
Océano Atlántico en una hoja de plátano, darle alojamiento a la soledad, tomar té con
la depresión… la salud se quebranta, la tristeza nos visita, la ansiedad nos
sofoca, las heridas del pasado reviven, los temores nos paralizan, las
relaciones se acaban, y terminamos en un mundo incoloro, insípido y hecho
pedazos.
Por lo general nuestras mayores victorias tienen como materia prima nuestras heridas más profundas. Dios tiene una manera peculiar de reciclar nuestras lágrimas.
Todo es cuestión
de perspectiva. Me explico: podemos medir el tamaño de la montaña de acuerdo a
nuestra capacidad humana o de acuerdo al poder de Dios. Si lo hacemos en
nuestras propias fuerzas, lo más probable es que nos mareemos, dándole
vuelta a la misma montaña una y otra vez sin ver resultados.
En cambio, cuando
comparamos nuestra montaña con Dios, nuestros gigantes se reducen a la
categoría de mosquitos. Obviamente, a nuestros ojos humanos sigue siendo un
problema, pero frente a Dios es inexistente, porque para Dios no hay nada
imposible.
Cuando nuestro
enfoque está en Dios, no solamente caminamos sobre las olas de la adversidad,
también aprendemos a bailar sobre ellas, independientemente de nuestras
emociones, de nuestro estado de ánimo y de nuestras circunstancias—no porque
negamos la existencia del problema, sino porque decidimos soltarlo en las manos
de Jesús, descansar en su fidelidad, en su gracia y en su amor incondicional
por nosotras.
Más Jehová está conmigo como un poderoso gigante.
-Jeremías 20:11
Y es precisamente
en saber que nuestro avance no depende de nuestros sentimientos, sino de
nuestra convicción en Dios lo que realmente nos permite avanzar, crecer y
vencer…
No importa el
tamaño de la montaña ¡Jesús es más grande que mi montaña!
No importa la
imposibilidad de mis circunstancias ¡Para Dios no hay nada
imposible!
No importa la voz persistente
del temor ¡Jesús es más grande y lo
venció en la cruz!
No importa los fracasos
del pasado ¡Jesús hace todas
las cosas nuevas y ofrece nuevas oportunidades!
Si mis zapatos
hablaran, que hablen la historia de mi quebranto, de mis noches en vela, de mis
heridas, caídas y temores. Que cuenten en detalle la manera poderosa en que
Jesús contestó mis oraciones, sanó mis heridas, enjugó cada una de mis lágrimas
y transformó cada uno de mis fracasos en trofeos de su gracia.
Que hablen con
elocuencia y autoridad, recordándole a todos los presentes que las crayolas
rotas pintan muchísimo mejor que todas las demás.
… y convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza.
-Oseas 2:15
Amiga querida,
donde has estado nunca será más importante que adonde Dios quiere llevarte. Pon
tu mirada en Jesús, independientemente de tu estado de ánimo y la dificultad
que te rodea. Descansa en su regazo, a la luz de su amor por ti… ahí serás
vestida de sus promesas, las cuales te sostendrán y te darán alas para volar.
¡Feliz Semana!
Sandy