Generalmente la
victoria no es un evento de un día, sino la combinación de pequeños y
temblorosos pasitos de fe en medio del temor, la duda y emociones despeinadas.
¿Alguna vez estas
frases te han caído como vinagre en la llaga?
No te preocupes,
todo va a estar bien.
Tranquila, Dios
está en control.
Dios sabe lo que
hace. ¡No te desesperes!
Deja que las cosas
fluyan. ¡Relájate!
Sonríe, todo va a
estar bien. ¡Sacúdete esa tristeza!
Cada uno de estos
enunciados encierra una verdad, pero para quien se está comiendo el cable—
léase de una persona que está atravesando por circunstancias físicas y/o
emocionales, comparadas con cruzar el Mar Caribe en una cáscara de plátano en
temporada ciclónica—, muchas veces no cae tan bien…
Nuestra boca dice,
“muchas gracias”, pero nuestras emociones gritan en silencio ¿Cómo puedo
hacerlo? ¿Cómo puedo dejar de preocuparme? ¿Cómo se sacude la tristeza? ¿Cómo
se sonríe cuando el alma llora? Si Dios está conmigo, ¿por qué me siento tan
vulnerable?
En frente de nuestro gigante podemos vernos en desventaja, pero si lo comparamos con nuestro Dios, el gigante pierde por knockout.
Es decir que el
puente que conecta mi necesidad con su sobreabundancia— sin importar el tamaño,
la profundidad, la dificultad, la gravedad o la imposibilidad de acuerdo a mis
limitaciones humanas, es mi PERSPECTIVA.
Cuando tomo la
decisión de ver mis circunstancias a través de los ojos de Dios— de acuerdo a
la grandeza de su amor por mí, de su aprobación, de su fidelidad y de la
soberanía de su Palabra— no de acuerdo a mis temores, limitaciones, opiniones
de otros y el sube y baja de mis emociones, experimento la
Paz que supera mi entendimiento y comienzo a percibir en mí espíritu lo que
mis ojos humanos aun no pueden ver.
“El enemigo siempre quiere hacernos creer que tiene que dejar de dolernos antes de que nos podamos mover. ¡Qué mentira! Tenemos que avanzar incluso si es doloroso."
– Christine Caine
Y en esa continua
dependencia de su amor, de su gracia, de su misericordia, de su aprobación y
cuidado por mí, es cuando mi fe emprende su vuelo al lugar de vivir por lo que
creo y no por lo que veo; algo así como perderse en la dirección correcta.
Joyce Meyer lo dice de esta manera: “No estoy donde estaba antes, tampoco estoy
donde quiero estar. Estoy OK y voy de camino.”
Amiga querida, no
midas la fidelidad de Dios de acuerdo a tu estado de ánimo; no olvides que
creerle a Dios muchas veces es caminar en vía contraria a nuestros
sentimientos, más bien renueva tu mente
con el amor incondicional de Jesús y experimentarás libertad en tus emociones y
éxito en tus circunstancias. ¡En su amor hay libertad!
Nuestra victoria
no es un evento de un día, sino un proceso… un pasito hoy, otro pasito mañana.
Así que cada vez que te sientas tentada a darte por vencida, vuelve a poner tu
mirada en Jesús y en el regalo de su gracia— favor inmerecido y gratuito de
Dios que sale a nuestro encuentro cuando más lo necesitamos, pero cuando menos
lo merecemos— allí encontrarás todo lo que necesitas para vivir la vida en
abundancia que Jesús compró con su propia vida por amor a ti.
Me sacó del foso de desesperación, del lodo y del fango. Puso mis pies sobre suelo firme y a medida que yo caminaba, me estabilizó.
-Salmo40:2
¿Es posible estar
perdido en la dirección correcta?
¡Claro que sí! En
este hermoso, difícil y fascinante viaje de nuestra fe, la victoria no
necesariamente está en llegar, sino en experimentar a Jesús en cada parte del
proceso. ¡Él es nuestra victoria!
Feliz Semana,
Sandy