Mi dialogo interno
debe ser una transmisión en vivo de la opinión de Jesús; no un disco rayado de
mis miedos, inseguridades y desaciertos.
Para ser exactos
fueron 4,380 días…
No sabemos su
nombre, pero a juzgar por sus actos se me ocurre llamarla Valentina, cuyo significado
es fuerte y saludable. Podría parecer irónico, pero no lo es. Acompáñame a
conocer un poco más de esta heroína anónima.
Físicamente: Enferma.
Llevaba doce años con una hemorragia continua. ¿Te imaginas tener la menstruación
por tanto tiempo? Seguramente se sentía débil, quizás sufrió de anemia o le
dolía mucho la cabeza…quien sabe.
Emocionalmente: Gastada.
Sufrió muchísimo en manos de diferentes médicos y para colmo, ninguno pudo
ayudarla.
Económicamente: En
quiebra. Perdió todo su dinero en tratamientos que no sirvieron para nada.
Socialmente: Rechazada. Culturalmente, en su época, cuando la mujer tenía flujo de sangre era
considerada impura, no era bien vista andar entre la gente y para colmo, hacía
impuro todo lo que tocaba.
Valentina tenía
razones válidas para sentirse miserable, para caer en un círculo de
conmiseración y bailar at ritmo de su realidad. Pero no lo hizo.
Pudo ser realista,
aceptar sus circunstancias y ser un eco de la vulnerabilidad de sus
emociones. Pero no lo hizo.
Aunque su mundo
exterior estaba de cabeza, aunque su estado de ánimo no era el mejor, su
dialogo interno era una fuente de esperanza que apuntaba hacia Jesús. La clave
de su victoria se encuentra en lo que ella pensó para sí misma:
“Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana”
-Mateo 9:21
Una mujer con los
ovarios bien puestos. Su deseo de avanzar, su anhelo de encontrarle una
solución a su problema era diez mil veces mayor que sus circunstancias, su
estado de ánimo, y la crítica y opiniones de los demás.
Salió de su casa,
se coló en medio de la multitud que seguía a Jesús y por detrás tocó
el fleco de su túnica.
Se me ocurre
imaginarme la cara de la gente a su alrededor que conocían su historia y sabían
perfectamente que ella había violado todas las reglas, pero lo que pasó después
nos deja en shock…
Jesús se dio la vuelta, cuando la vio le dijo: ¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado
-Mateo 9:22
¡Y valentina quedó
sana en ese mismo instante!
Amiga de mi
corazón, hay momentos donde nosotras mismas tenemos que animarnos, recoger
nuestros pedacitos y correr a los brazos de Jesús— aunque nuestras emociones y
circunstancias vayan en vía contraria.
No importa cuántas
veces vayamos a la iglesia, cuantos capítulos de la Biblia leamos, cuantas
predicas escuchemos, ni cuántos libros cristianos adornen nuestra mesita de
noche. ¡Nuestra victoria se encuentra cuando sintonizamos nuestros pensamientos
y nuestro dialogo interno con la opinión de Jesús! El autor y consumador de
nuestra fe.
Si Jesús dice que
me ama, entonces yo soy amada.
Si Jesús dice que
soy sana, entonces yo soy sana.
Sí Jesús dice que su Gracia es suficiente, entonces su Gracia es suficiente y su poder se manifiesta magistralmente en mis debilidades.
Si Jesús dice que está conmigo, entonces aunque mis sentimientos me hagan sentir que estoy sola, no lo estoy, porque Jesús lo dice.
Sí Jesús dice que
todos mis pecados han sido perdonados y que no hay condenación para mí,
entonces soy libre de toda condenación.
Si Jesús dice que soy su hija y que mi identidad está en Él, entonces no soy lo que pienso de mí misma, sino lo que Jesús dice de mí.
Si Jesús dice ¡Ánimo,
Hija! Tu fe te ha sanado, entonces que no se hable más del tema, porque soy
sana—fisica y emocionalmente, aunque mis circunstancias digan lo contrario.
Nuestro dialogo interno debe ser una transmisión en vivo de la opinión de Jesús; no un disco rayado de nuestros miedos, inseguridades y desaciertos.
¿Amén? ¡Amén!
Feliz Semana,
Sandy