Cuando oro con la
certeza de que Dios me escucha con amor, se me hace más fácil desempacar las
heridas y las cargas dolorosas de mi corazón ante Él.
¿Qué tan fácil se
te hace hablar con Dios?
Hubo un tiempo en
mi vida donde orar no era parte de la ecuación; el temor a su rechazo me hizo
disparar la llave de mi corazón al lugar de nunca jamás, pero se me olvidó que
el GPS de Dios nunca falla… Su amor violó todas mis medidas de seguridad y caí
derretidas en el jardín de su gracia.
Bien dice el
dicho, “quien anda con cojo al año cojea”, lo mismo ocurre cuando pasamos
tiempo con Jesús —nos empiezan a gustar las cosas que a Él le gustan, hablamos
como Él, actuamos como Él y comenzamos poco a poco a ver la vida desde su
perspectiva.
¿Sabías que a Jesús
le encanta pasar tiempo contigo? ¡Sí, Contigo! Le gusta escucharte hablar con
sinceridad —sin filtros ni pretensiones, al fin de cuentas Él te conoce más de
lo que te conoces a ti misma.
No has organizado
bien tus ideas y Él ya sabe lo que vas a decir. Entiende a la perfección el
lenguaje de tu silencio y la elocuencia de cada una de tus lágrimas.
Hablar con Dios hace que las cosas cambien, y dejar que Dios te hable hace que tú cambies, te hace fuerte, te hace firme, te llena de valor y determinación.
-Saulo Hidalgo
Muchas veces
evadimos pasar tiempo con Jesús por temor a ser rechazadas e incomprendidas;
pensamos que nuestras faltas pintan su rostro de dureza y decepción, cuando en
realidad su corazón se derrite de amor hacia nosotras. Cual padre que ve a sus
hijos al borde del peligro corre a nuestro encuentro para abrazarnos, perdonarnos,
bañarnos en su sobreabundante gracia y vestirnos de su justicia.
Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
-Romanos 5:20
Es en la seguridad
de su amor hacia nosotras donde las piezas de nuestro rompecabezas cobran
sentido. No hay herida tan profunda, recuerdo tan doloroso, pecado tan
vergonzoso, temor tan grande, que no se vea obligado a rendirse ante la
presencia de nuestros Salvador Jesús.
Acércate
con toda confianza al trono de la gracia, allí encontrarás un manjar para tu
alma sin importar la gravedad de tus faltas, ni la complejidad de tus
circunstancias, porque redimirte fue su plan, amarte es su delicia y lo
imposible su especialidad.
Es en nuestra
dependencia y no en nuestra
autosuficiencia donde somos abrazadas por su gracia.
La mesa está servida,
el café recién colado. Jesús te espera con una sonrisa en su rostro para
abrazarte con su amor, vestirte con su justicia y premiarte con la paz que tanto anhela tu alma.
Disfruta de su
compañía…
Feliz Semana,
Sandy