Una cosa es saber
que Dios nos ama y otra muy distinta creer que Dios me ama a mí.
¿Cómo te imaginas
a Dios?
¿Con rostro alegre
o con cara de gruñón? Muchas veces nos imaginamos a Jesús con semblante dulce,
pero percibimos a Dios con un estándar de complacencia fuera de nuestra
capacidad humana. ¡Nada puede estar más lejos de la realidad! Nuestro Dios— uno
y trino a la vez— es amor que supera nuestra imaginación, entendimiento, conocimiento
y creatividad.
Nuestra respuesta
a esta simple pregunta marca una gran diferencia en la manera de cómo nos
relacionamos con Dios y la manera de cómo nos relacionamos con Dios afecta de
manera directa todo lo
que somos, lo que hacemos, lo que sentimos y lo que logramos.
Permíteme darte un
ejemplo: una amiga se acerca y te dice: “no soporto a Cindy porque es muy comparona
y se cree la gran cosa, ella jura que es la última Coca Cola del desierto.”
¿Qué crees que pueda
pasar?
Bueno, probablemente nunca te animes a establecer
una amistad con Cindy porque indirectamente se te quedó el circuito mental de
que es comparona y de que se cree la gran cosa. Pero también podría suceder que
ella decida acercarse a ti, o tú a ella y descubres que es la chica más dulce,
amable y divertida de la bolita del mundo
y un poco más.
De la misma
manera, muchas veces tenemos el concepto equivocado de Dios y nos perdemos de
las cosas hermosas, maravillosas y fuera de serie que Él nos ofrece.
Tenemos que dejar
de ver a Dios a través de lentes ajenos y experimentar su amor y aceptación de
manera personal. Su amor es la base donde podemos construir nuestras vidas sin
temor al futuro.
“Él quiere que estemos tan seguros de su amor que no dudemos en acercarnos confiadamente a su trono de Gracia.” – Katherine Ruonala
Jesús te sonríe,
es cariñoso y está pendiente de cada detalle de tu vida…
Jesús te conoce,
te acepta y le encanta pasar tiempo contigo…
Jesús conoce tus
temores, fracasos y debilidades, y en vez de echártelos en cara para
humillarte, los usa como plataforma para promoverte.
Los rincones más vulnerables y vergonzosos de nuestro corazón son por lo general la materia prima usada por Dios para manifestar su gracia en nosotras.
Jesús sostiene tu
rostro en sus manos, te mira a los ojos y te dice: “De mi plenitud te he dado gracia
sobre gracia.” Seca las lágrimas de gratitud que ruedan por tus mejillas y
con una sonrisa amorosa te recuerda que en su amor no
hay temor, que puedes reposar en su abrazo sin temor al castigo.
Amiga, Dios te
ama, pero no es lo mismo que yo te lo diga a que tú lo experimentes; así que te
motivo a hacer parte de tu vida esta afirmación llena de sanidad, restauración,
paz y poder ¡Dios me ama! ¡Dios me ama! ¡Dios me ama! Hasta que lo creas, hasta
que tus temores se desvanezcan, hasta que tus heridas sanen, hasta que tus
dolencias desaparezcan, en medio de días grises y en medio de días soleados ¡Dios
me ama!
Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.
-1Juan 4:19
¿Sabes algo? Yo creo que si Jesús usara Converse se
pusiera los que más te gustan a ti, para identificarse contigo, demostrarte su
amor y verte sonreír.
Feliz Semana,
Sandy