Nos maravillamos
en la belleza de la mariposa, pero rara vez admitimos los cambios por los
cuales tuvo que pasar para lograr tal belleza. – Maya Angelou
En cuestión de
vestidos de novia es prácticamente imposible encontrar a la primera el que
ajuste a la medida— súper normal probarse diez trajes y cuando finalmente se encuentra
el ganador, hay que alterarle hasta la etiqueta para que entalle a la
perfección. Un proceso agotador, pero a la vez fascinante y mágico.
En agricultura, el
sembrador se asegura de plantar la semilla en tierra fértil y espera
pacientemente el día de la cosecha. Así que fielmente riega el campo, a la
expectativa de una siega próspera y abundante.
El plano
espiritual no es la excepción; existe un tiempo de espera que parte desde que
decidimos alinearnos con la verdad de las promesas de Dios hasta su cumplimiento
en nuestras vidas—una estación de transición, de cambios, de metamorfosis— con
sabor a desesperación, a desánimo, a Dios me ha olvidado y a me quedé atorada
en este desierto… Respira profundo, sonríe y dime que yo no soy la única, que
tú también te identificas conmigo.
Sin transición no
hay transformación
Es muy importante
diferenciar la manera de cómo me siento de lo que realmente está sucediendo. Cuando mido lo que Dios está haciendo en mí de acuerdo
a la vulnerabilidad de mis sentimientos, corro en riesgo de quedarme atrapada
en un círculo vicioso de duda y conmiseración
— ¿Será que sí? ¿Será que no? ¿Será que Dios está enojado conmigo? ¿Será que no
hay esperanza para mí? Y veinte mil
argumentos más, llenos de temor e inseguridad.
Me encanta como lo
dice Christine Caine en su libro Unashamed: “Cada vez que estoy frente a una
nueva puerta— revelada para mí por la misericordia y la gracia de Dios— tengo
la opción de quedarme atascada o seguir en movimiento.”
Regularmente
creerle a Dios es caminar en vía contraria a nuestros sentimientos y razón, por
eso no debemos basar la efectividad de Sus promesas de acuerdo a nuestro “yo-yo”
emocional, sino en la verdad de que Él siempre
cumple lo que promete, independientemente de mi estado de ánimo.
No temas, Sión, ni
te desanimes, porque el Señor tu Dios está en medio de ti como guerrero
victorioso…te renovará con su amor.
-Sofonías 3:16-17
(NTV)
Sacúdete esa
actitud de duda y dale “delete” a ese CD mental. Mira el versículo que acabamos
de leer y donde dice “Sión”, pon tu nombre… ¿lo hiciste? ¿Viste que verdad más
poderosa? Los procesos de transición son
el gimnasio de nuestra fe, es el lugar donde recibimos revelación fresca, donde
somos plantadas en su gracia y regadas con el poder de su amor.
Jesús reescribe el
libreto de mi vida con tinta de gracia.
Jesús no murió en
la cruz para que estés ansiosa, deprimida, temerosa, avergonzada y ahogada en
la duda. ¡No y mil veces no! Jesús murió para darte una nueva oportunidad, para
vestirte de dignidad y fortaleza, para darte vida en abundancia, para que en Él
vivas cada día con propósito y significado. Así que límpiate esas lágrimas y
decide validar la opinión de Dios. Coopera con el proceso.
Como la novia que
espera con maripositas traviesas en el estómago el día de lucir su atuendo, así
mismo espera el cumplimiento de las promesas de Dios en tu vida. Como el
agricultor que siembra su semilla con la seguridad de una siega próspera y abundante, ¡FLORECE!
Feliz Semana,
Sandy
Sandy