La voz que ocupa
el hit parade de mis pensamientos determina la calidad de emociones que
experimento.
Quien presume que
nunca ha sido víctima de sus emociones en algún punto de su vida, que se auto envíe
un mensaje que diga: “Soy de otro planeta”, con el hashtag #NiYoMismaMeLoCreo.
Emociones…emociones…
¡emociones! Por momentos nos hacen sentir que somos dueñas del mundo, que
tenemos todo bajo control, para luego romper nuestra burbuja y hacernos sentir
confundidas, temerosas y sin norte en la vida.
Todo puede estar
marchando sobre ruedas, pero un simple comentario o un pensamiento no grato
crean un tsunami de sentimientos con el potencial de robarnos la paz, amargarnos el día y desenfocarnos por
completo…. ¡Ay, qué sensación más horrible! Lo importante es recordar que a
todas nos pasa y que Dios está más que dispuesto a extendernos
su ayuda, su comprensión y su dirección.
Las palabras producen pensamientos. Los pensamientos producen sentimientos. Los sentimientos producen emociones. Las emociones producen decisiones. Las decisiones producen acciones. Las acciones producen hábitos. Los hábitos producen carácter. Carácter produce destino.
-Dr. Creflo Dollar
Nuestras emociones
son un regalo de Dios, sin ellas fuéramos androides aburridos e insípidos, pero
con ese regalo también vino un
dispositivo llamado dominio propio, que nos permite estar en control de nuestra
vulnerabilidad y no lo contrario.
El antídoto perfecto
para contrarrestar esos días donde nuestras emociones amanecen despeinadas
podría ser contrario a nuestro razonamiento, pero su efectividad es
indiscutible: Sintonizarnos en la frecuencia de Dios, donde su opinión es
nuestra opinión, su palabra es nuestra autoridad soberana, sus promesas nuestro
alimento y su amor nuestro lugar de reposo.
Ok. Me explico: como
nuestras emociones tienden a ser un reflejo de lo que dejamos aterrizar en
nuestra mente, hacemos de la opinión de Dios nuestra torre de control —lo que
se alinee a su verdad tiene entrada, lo que no, se manda a freír buñuelos.
Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.
2 Corintios 10:5 (NVI)
Creerle a Dios es
un acto de fe, disciplina y perseverancia, y lamentablemente a nuestros
sentimientos les cuesta un montón agarrar el ritmo. ¡No te desanimes! No
necesitamos la aprobación de nuestro estado de ánimo para caminar en victoria.
En la medida que
meditemos, pensemos, reflexionemos en las promesas de Dios, en nuestra
identidad en Él, en lo amadas, justificadas, redimidas aceptadas, valoradas que
somos ante sus ojos, comenzaremos a caminar por fe y no en el yo-yo de nuestros
sentimientos.
Cuando hacemos
esto Dios nos compara con árboles
plantados junto a la orilla de un rio, que siempre dan su fruto en su
tiempo. Sus hojas no se marchitan y prosperan en todo lo que hacen.
¡Guao! Impresionante
el impacto que tiene en nosotras la decisión de confiar en Dios. No siempre es
lo más fácil, pero sí lo más efectivo.
Con Jesús a
nuestro lado no hay obstáculo que impida nuestra victoria.
¡Feliz Semana!
Sandy