El tamaño de la
montaña importa poco cuando quien va a tu lado tiene el poder y la autoridad de
quitarla del camino.
Aunque para ella
era un sábado como cualquier otro, para Dios era un día muy especial, un día de
grandes sorpresas y celebración.
Con mucha
dificultad se bañó, se vistió y mirándose al espejo suspiró. Tibias lágrimas
rodaron por sus mejillas y aunque no dijo una sola palabra, la elocuencia de su
corazón fue escuchada atentamente por su creador. Definitivamente no era un sábado
como cualquier otro.
Sus heridas eran
tan profundas, su dolor tan vergonzoso, sus cadenas tan pesadas, que pensaba
que estaba condenada a caminar encorvada—por dieciocho años esa fue su
realidad—. Su anhelo de ser libre la llevó por caminos que agravaron más su
condición, abortando cualquier rayito de esperanza que le permitiera soñar con
un nuevo comienzo.
Ya sentada en la
congregación, mirando al suelo, escuchaba las voces de aquellos que de frente
se compadecían de ella, pero a su espalda la condenaban, criticaban y se
burlaban.
Estaba emocionalmente gastada y espiritualmente a punto de darse por
vencida.
Aparentaba ser un
sábado como cualquier otro, pero Dios tenía otros planes. Sin lugar a dudas su
debilidad atraía su sobreabundancia.
Tus puntos más bajos son la plataforma usada por Dios para lanzar sus mayores promociones.
-Joseph Prince
Había escuchado
hablar de Jesús, sabía que había algo diferente en Él, pero estaba segura de
que era casi imposible que la tomara
cuenta en medio de tantas personas. Decía en sus adentros, “Cuanto me gustaría
ser libre de mi aflicción.”
¿Habrá algo
imposible para Dios? Lo que para muchos era una reunión más en la sinagoga,
para Jesús era una cita divina. Él había orquestado todo para vestirla de
justicia, honra y dignidad.
Contra toda
incredulidad, expectativa y protocolo, Jesús hizo CUATRO cosas que dejaron a
sus mayores críticos echando chispas y a esta mujer bailando en la punta del
pie de alegría y celebración:
JESÚS LA VIO
JESÚS LA LLAMÓ
JESÚS LE HABLÓ
JESÚS LA TOCÓ
Jesús no vino a aplaudir la perfección, sino a amar, levantar y bendecir al caído.
Jesús la vio, la
llamó y le dijo: “¡Mujer, quedas libre de tu enfermedad”, puso sus manos sobre
ella, y en ese mismo instante la mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios!
¡El toque de Jesús
lo cambia todo!
Es precisamente en
nuestra dependencia, en nuestra rendición, en nuestra debilidad e incapacidad
de hacer las cosas en nuestras propias fuerzas, donde su poder y plenitud se
manifiestan y perfeccionan en cada una nosotras.
No estás sola, tus
oraciones son escuchadas, tus lágrimas son tomadas en cuenta. El secreto está
en descansar en Jesús y dejar que sea Él quien vende tus heridas.
Cuando su poder
entra en contacto con nuestra necesidad su Amor y Gracia soplan vientos de restauración y restitución.
“Apreciada mujer, ¡estás sanada de tu enfermedad!”
-Jesús (Lucas 13:12 NTV)
Nuestra debilidad
y su poder son el dúo dinámico que nos permite ser protagonistas dela riqueza de su gracia.
“Te basta con mi
gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.”
-Atte. Dios
Feliz Semana,
Sandy