Chase Elliott - Creative Commons |
La cuestión no es si vamos o no a fracasar, sino la
actitud que vamos a asumir en medio del fracaso.
“El único lugar donde el éxito llega primero que el
fracaso es en el diccionario.”
Esta frase me cautiva, porque desde niñas nos
preparan para el éxito y nos venden la idea de que el fracaso en toda la
extensión de la palabra –decepción, fallo, frustración, caída, chasco, desengaño,
desilusión, desencanto – es una mancha vergonzosa , una etiqueta de
mediocridad, un apellido vulgar o el récord imperdonable de nuestras metidas de patas.
Se dice del fracaso que tiene un armario muy surtido
y cuantioso, desde la última colección de relaciones desgastadas, hasta las
tendencias del momento –divorcio, sueños incumplidos, insolvencia, baja
autoestima, infelicidad, infertilidad, inconformidad, falta de
propósito, vacíos internos, y una
variada selección de emociones asfixiantes
que alimentan diariamente nuestra vulnerabilidad.
También nos
hicieron creer que la perfección era la meta a alcanzar, pero cuando tratamos
de conquistarla, descubrimos que bajo su máscara se esconden nuestras propias
inseguridades, tratando de pretender lo que no somos y así ahogar nuestras
carencias con el aplauso de otros.
En medio de la incertidumbre la Gracia de Dios llega triunfante para recogerte, sustentarte y restaurarte.
A medida que soltaba mi equipaje –confundida y con
temor a ser rechazada- su amor me enamoró, curó mis heridas y me llevó a un
lugar donde mis fracasos no servían más a
la vergüenza, sino al propósito perfecto de Dios, el cual sigue su curso independientemente
de mis desaciertos.
Un lugar donde existen nuevos comienzos, donde puedo
acercarme libremente a Dios sin temor al rechazo, con la completa seguridad de
que mis necesidades activan su favor sobre mi vida.
Un lugar donde mi confianza en Dios –Mi Fe- me hace
caminar sobre las olas de la adversidad, conquistar mis temores y experimentar
el gozo que sobrepasa toda razón, aun en medio de la tormenta.
Disfrutarán de una doble honra en lugar de vergüenza y deshonra. Poseerán una doble porción de prosperidad en su tierra, y una alegría eterna será suya.
– Isaías 61:7 (NTV)
Un lugar donde el amor de Dios valida mi existencia,
confirma mi valor y me devuelve la seguridad de ser yo misma todo el tiempo -sin
culpas ni complejos, ya que la plenitud de la
vida parte de nuestra capacidad de entender, recibir y aceptar su amor,
por encima de nuestros temores e inseguridades.
Un lugar donde la sinceridad de mi corazón vale más
que mi denominación religiosa, la transparencia de mi alma más que mi dominio teológico
y mi carácter más que mi reputación.
Es en su Gracia –su favor inmerecido y el poder
sobrenatural de Dios que actúa en mí- lo que hace que me levante cuantas veces
sea necesario.Porque después de atravesar el valle de sombra y de muerte, Dios
me hace descansar en delicados pastos y me pone en lugar espacioso contra todo pronóstico
de mis adversarios.
Como puedes ver amiga, la cuestión no es si vas o
no a fracasar, sino la actitud que vas a
asumir en medio del fracaso y en quien vas a poner tu fe.
¡No será fácil, pero valdrá la pena!
Ver Video: (http://youtu.be/wGAWXnvKUvY)
Feliz Semana,
Sandy