Foto: Bryonyy - Creative Commons |
Cuando finalmente entiendes tu posición como hija de
Dios, no hay obstáculo, oposición ni circunstancia que impida tu victoria.
¿Cuándo fue la última vez que tuviste una
conversación a corazón abierto contigo misma?
Muchas veces se nos hace más fácil hablar con una
amiga y buscar un consejo, pero rara vez hacemos una cita con nosotras mismas
para confrontar a la luz de la opinión de Dios el bombazo que llevamos en
nuestro interior.
Hay tiempo de hablar con una amiga y llorar, tiempo de vivir un duelo saludable por lo que nos hubiera gustado que sucediera
y no sucedió, tiempo de esperar que las aguas vuelvan a su lugar, tiempo de aceptar nuestros fracasos, tiempo de perdonar, tiempo de soltar y tiempo de comenzar de nuevo.
Pero hay un tiempo especial en la historia de cada
mujer donde debemos armarnos de valor, mirar dentro de nuestro corazón y reclamar el
territorio que el temor nos ha robado, y eso sólo se logra cuando aceptamos la Gracia de Dios y asumimos nuestra posición como hijas.
¡Sólo tú me llenas de valor! ¡Tú me das fuerzas para correr con la velocidad de un venado! Tú me enseñas a enfrentarme a mis enemigos; tú me das valor para vencerlos.
- Salmo 18:32-34 (TLA)
No ores para que Dios evite la tormenta. No ores
para que Dios mueva la tormenta.. ¡Ruge como una hija de Dios! Baila en
medio del fuego, porque quien va a tu lado es mayor que tus circunstancias, tu necesidad o cualquier situación en tu vida que impida tu progreso.
Nuestros momentos más oscuros son la plataforma perfecta para que la gloria de Dios sea manifestada en nosotras, pero lamentablemente, cometemos el error de dejarnos guiar por nuestros sentimientos y emociones lo cual nos mantiene en un círculo vicioso de derrota y conmiseración.
Nuestro dialogo interno debe ser un eco de la voz de Dios y su palabra nuestra autoridad final, independientemente de nuestro estado de ánimo o la gravedad de nuestras crcunstancias.
Nuestros momentos más oscuros son la plataforma perfecta para que la gloria de Dios sea manifestada en nosotras, pero lamentablemente, cometemos el error de dejarnos guiar por nuestros sentimientos y emociones lo cual nos mantiene en un círculo vicioso de derrota y conmiseración.
Nuestro dialogo interno debe ser un eco de la voz de Dios y su palabra nuestra autoridad final, independientemente de nuestro estado de ánimo o la gravedad de nuestras crcunstancias.
Nuestros pensamientos erroneos, nuestros temores y ansiedades se evaporan ante la revelación de su amor incondicional y su abundante gracia.
Nuestros sentimientos son válidos, pero no
soberanos. En la medida que soltamos nuestras cargas y descansamos en el amor
perfecto de Dios, no importa el tamaño de nuestros temores, no tendrán más
remedio de huir, porque el amor de Dios echa fuera todo temor.
3 PREGUNTAS CLAVES QUE DEBEMOS HACERNOS DIARIAMENTE:
1) ¿Qué
tipo de pensamientos dominan mi iPod mental?
Nuestro destino baila al ritmo de nuestros pensamientos. Ocupa tu territorio. Somete esos pensamientos de desaliento, derrota y pesimismo a la verdad absoluta e invariable de lo amada, valiosa y especial que eres para Dios. Él viste tu interior con su Gracia, con Perdón y Misericordia.
Tu dialogo interno debe ser un eco de la voz de
Dios.
2) ¿Qué
opinión tengo de mí misma?
¿He permitido que mis errores y desaciertos me
castiguen en la silla eléctrica de la culpabilidad? ¿Me visto de condenación y
me calzo de culpa?
Donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia de
Dios. Deja de lamentarte por tus errores. Lo que pasó, pasó. ¡Ruge como una
hija de Dios! Porque Dios no otorga perdón a medias. El perdón de Dios es
absoluto.
Recuerda: en el momento que crees ser merecedora de su Gracia, la Gracia —
favor inmerecido de Dios — deja de ser gracia,
Recuerda: en el momento que crees ser merecedora de su Gracia, la Gracia —
favor inmerecido de Dios — deja de ser gracia,
Dios sana tus heridas, pero te deja las cicatrices,
para que siempre recuerdes lo bueno que Él ha sido contigo. Deja que la luz de Dios brille a través de ellas.
3) ¿Cuáles
son mis opciones?
Puedo quedarme toda la vida en la silla de la
conmiseración, amenizándole la fiesta a cuantos pensamientos negativos aterricen
en mi mente o puedo darle entrada VIP a Dios para que haga todas las remodelaciones
necesarias y cumplir su propósito en mí.
Adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar arcos de bronce.
- Salmo 18:34 (NVI)
Las circunstancias pueden tratar de romper a una
mujer, pero cuando ella comprende su posición como hija de Dios, se levanta y
regresa al campo de batalla con mayor fuerza y determinación.
¡Ruge como una hija de Dios!
¡Feliz Semana!
Sandy,