Foto: Edson Hung - Creative Commons |
“Muchacha, tienes que inscribirte en una clase de Zumba.
¡Eso es lo máximo! Se goza un montón, y lo mejor del caso es que estás haciendo
ejercicio. ¡Chulísimo! Te la recomiendo.”
Después de escuchar tan convincente declaración, le
di rienda suelta a mis pensamientos y me dije a mi misma: Ejercitar mi fe no debería
ser un proceso de tristeza, queja, murmuración y preocupación. Debería ser como
una sección de Zumba, donde fortalezco mis áreas débiles, sin sacrificar el
gozo y la alegría que Dios me ofrece para consumo diario, independientemente de
mis circunstancias.
La felicidad no es un accesorio de días perfectos, es
la decisión de celebrar las bendiciones de Dios, llueva, truene o relampagueé.
Así que vestí mi alma –mente, voluntad y emociones- en
ropa de aeróbicos y partí felizmente al gimnasio, donde aprendí estas rutinas
de tonificación:
Rutina # 1
Habla con Dios
Exprésale tu situación en tus propias palabras.
Llora si es necesario; pero lo más importante es que entiendas que Dios siempre
te escucha y siempre tiene la promesa adecuada que garantiza tu victoria.
Puse en el Señor toda mi esperanza…se inclinó hacia
mí…escuchó mi clamor…me sacó de la fosa de la muerte…me sacó del lodo y del
pantano…puso mis pies sobre una roca y me plantó en terreno firme. Salmo 40 1-3
(NVI)
Rutina# 2 Háblale a tu montaña
Háblale al problema, no de la manera que te sientes,
sino de lo que Dios dice que puede hacer a pesar de tus limitaciones
humanas.
Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas,
aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de desaliento. Isaías
61:3 (NVI)
Rutina # 3 Acción
La fe al igual que los músculos de nuestro cuerpo,
se fortalece a medida que la ejercitamos. Si Dios ha prometido estar contigo y
sostenerte en medio de la dificultad, tu deber es creer, esperar y celebrar.
Es fácil ver a Dios al final de la prueba, pero
necesitamos aprender a verlo a través de ellas para crecer. Jesús Adrián Romero
¡Feliz Semana!
J
Sandy