¡La primavera SIEMPRE llega después del invierno!
Cuando las circunstancias de la vida nos hacen tocar fondo, tenemos dos opciones: Quedarnos en el fondo y ahogarnos lentamente en el mar de la conmiseración y los temores, o impulsarnos con todas nuestras fuerzas hasta anclarnos en las manos de Dios y subir a la superficie, con las herramientas necesarias, para conquistar nuestro destino.
Las adversidades no hacen acepción de personas, y por más que brinquemos y pataleemos los problemas siempre van a llegar. Ahora bien, si asumimos la postura correcta en medio de la prueba, lo que tiene el potencial de hundirnos y hacernos trizas, Dios en su autoridad lo usa para promovernos y encauzarnos en el camino que nos lleva al cumplimiento de sus promesas en nosotros.
¿Sabes algo? Tu deseo de progresar, de ver cambios favorables en tu vida, en tus circunstancias, en tu entorno, debe de ser mayor que las heridas de tu pasado y las aflicciones del presente.
Las promesas de Dios están a disposición de todos aquellos que estén dispuestos a dar un paso de fe, para salir adelante.
Dios ha escuchado tu aflicción, Dios ha escuchado tus oraciones, así que te ánimo en este hermoso día a cobrar ánimo y a armarte de valor, porque Dios ha llegado para convertir tu lamento en baile y para llenar tu corazón de alegría.
Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta. Salmo 30:11 (NVI)
No importa la gravedad de tu situación. Cuando ponemos nuestra confianza en Dios, él nos sostiene en sus brazos, nos guía en medio de la tempestad y nos coloca en lugar seguro.
Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría.
Salmo 30:5 (NVI)
Jesús te extiende sus brazos para darte una corona en vez de cenizas, alegría en vez de tristeza, un traje de fiesta en vez de uno de desaliento. Dios te promete alegría eterna. Reposa confiadamente en sus brazos.
¡Sonríe, Dios está en control!
Feliz Semana,