viernes, junio 18, 2010

¡WOW! Me dejaste sin palabras. Gracias


Envuelta en una burbuja, esa es la manera más práctica y entendible que puedo describir la forma milagrosa en que Dios majestuosamente nos protegió en la carretera a nuestro regreso de Orlando a Miami, aquí en la Florida.

Íbamos aproximadamente a 65 millas por hora, talvez un poco menos, cuando el conductor del carril derecho perdió el control total de su vehículo , posicionándose horizontalmente frente a nosotros, dio una vuelta en el aire y termino chocando contra el muro de contención . ¿Y nosotros? Bien, gracias a Dios.

No hubo necesidad de frenar, ni de entrar en pánico. La paz de Dios tuvo el papel protagónico. En el instante nunca vi el peligro, lo único te atiné fue a levantar mis manos hacia el otro vehículo e implorar la misericordia de Dios.

Inicialmente pensé no decirle nada a mi mamá para no preocuparla, pero ¿Cómo se puede uno callar al ver el cuidado de Dios manifestado sobre nuestras vidas de una manera como esta? , decirle fue la mejor decisión, al ella confirmarme que el día anterior le había pedido a Dios que nos guardara de regreso a casa. Ella no fue la única, varias personas nos han confirmado que estuvieron orando por nosotros por el mismo motivo.

¿Casualidad?, no creo, para Dios no hay casualidades, más bien el poder de la oración nos colocó en la postura perfecta para que la mano de Dios opere a nuestro favor.

Es muy fácil rendirse ante el temor en momentos como estos, pero la cobardía es lo opuesto a la fe y sin fe es imposible agradar a Dios. Ni más ni menos.

Cuando ponernos a Dios como el blanco en nuestras vidas, confiando plenamente en su palabra, El promete guardar nuestros hogares de cualquier calamidad y ordena a sus ángeles a cuidarnos en todos nuestros caminos. ¿Lo crees? Yo si lo creo. Lo veo una y otra vez cumplirse en mi vida.

Orar es hablar con Dios, es un acto de humildad y de rendimiento total ante nuestro creador. Sus beneficios son mayores que nuestro razonamiento humano. Es una columna de protección que no solo nos abriga del peligro, sino que nos da la fortaleza de sabernos vencedores aún en medio del fuego.

Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza, porque tú cuidas de mí.

Cuando oramos no lo hacemos para cumplir un requisito con Dios. El no necesita nuestras oraciones, nosotros somos los necesitados.

Es preferible salir de la casa despeinados, sin celular, sin desayunar, pero nunca sin ponernos en las manos de Dios.